A menudo, cuando vemos cómo actúa alguien, pensamos que lo hace por su forma de ser, sin pararnos a pensar en las situaciones o circunstancias que lo rodean. Este posible error de pensamiento, llamado sesgo de correspondencia o error fundamental de atribución, nos lleva a juzgar a los demás pudiendo llegar a conclusiones y decisiones erróneas e injustas.
Aunque este sesgo puede ser útil para tomar decisiones rápidas en ciertas circunstancias, también puede generar malentendidos y juicios equivocados, acarreando graves consecuencias para nosotros y los demás. Veamos en qué consiste, cómo funciona y por qué es importante ser conscientes de la forma en que nos afecta.
¿Qué es el sesgo de correspondencia?
Ya vimos en el anterior artículo ‘Sabías que nuestra mente a veces nos engaña? Hablemos de sesgos cognitivos‘, qué son los sesgos en general. En esta entrada nos centramos en conocer mejor un sesgo muy habitual: el «sesgo de correspondencia» o «error fundamental de atribución«.
En general aparece cuando queremos responder a la pregunta (muchas veces automática e inconsciente): «¿situación o personalidad?»
Ante esta cuestión, los humanos tenemos tendencia a explicar el comportamiento de los demás atribuyéndolo a factores internos, como su personalidad o ideología, en lugar de considerar el contexto externo en el que se produce ese comportamiento. Dicho de otra manera: solemos pensar que lo que alguien hace refleja quién es, y no lo que está experimentando en ese momento.
Por ejemplo, imagina que ves a una persona que empuja a alguien en la calle. De inmediato podrías pensar que es agresiva o maleducada. Sin embargo, podría ocurrir que estuviera reaccionando a un peligro inminente, como evitar que alguien fuera atropellado por un coche. Según los estudios, nuestro impulso automático suele ser atribuir la causa a la personalidad («es agresivo»), sin detenernos a considerar factores contextuales que tal vez desconozcamos.
En este ejemplo, puede parecer un error sin importancia, pero más adelante veremos ejemplos de situaciones cotidianas, en las que este tipo de errores pueden llevar a situaciones complejas y efectos no deseados, que pueden contribuir a generar estrés y ansiedad.
Un sesgo muy común, conocido y estudiado
Si estás pensando que esto no te ocurre, deberías saber que se trata de un efecto muy común, ampliamente conocido y estudiado en Psicología. Numerosas investigaciones han comprobado su presencia en la vida cotidiana. Es un sesgo que se descubrió en 1967 gracias a un experimento de Psicología social de Edward E. Jones y Victor Harris. Se ha convertido en un clásico por evidenciar por primera vez con datos medibles que las personas tendemos a atribuir el comportamiento observado a características personales, incluso cuando se informa sobre circunstancias externas que les obliga a actuar de esa forma, invalidando cualquier conclusión lógica sobre su personalidad.
Puedes leer más sobre este estudio clásico de la Psicología en nuestra entrada ‘El error fundamental de atribución‘. Ahí puedes ver en detalle y de forma sencilla cómo se llevó a cabo el experimento, los resultados obtenidos y por qué se llega a estas conclusiones. Es un experimento replicable que se ha puesto a prueba en muchas ocasiones y siempre se encuentra esa tendencia natural. No es que ocurra siempre, pero sí que queda claro que las personas tendemos a ello.
¿Por qué caemos en este sesgo?
Ya vimos en la entrada citada antes que los sesgos surgen de la necesidad de tomar decisiones rápidas para afrontar situaciones en las que tenemos que actuar sin toda la información.
Existen varias razones que explican por qué caemos tan fácilmente en el sesgo de correspondencia. Una de ellas es la necesidad de dar sentido al mundo que nos rodea. Es más sencillo y rápido asumir que el comportamiento de alguien refleja su verdadera naturaleza que profundizar en el contexto y buscar explicaciones alternativas. Además, cuando se trata de los demás, tenemos menos información sobre sus circunstancias personales, lo que facilita estas atribuciones equivocadas. Así que tendemos a «conformarnos» con esas conclusiones superficiales, incluso cuando se nos da tiempo para analizar. Es como un «circuito automático» por el que nuestro cerebro suele desviar su procesamiento mental.
Desde un punto de vista evolutivo, se podría argumentar que en entornos ancestrales, los seres humanos necesitaban evaluar rápidamente si una persona representaba una amenaza o podía ser un aliado. El sesgo de correspondencia, al permitir hacer juicios inmediatos sobre la personalidad basándose en un solo comportamiento, podría haber facilitado decisiones rápidas para protegerse de enemigos o acercarse a aliados. Si una persona mostraba un comportamiento agresivo, atribuir esa acción a un rasgo de carácter (por ejemplo, ser violento) permitía reaccionar con precaución o defenderse antes de verificar los detalles de la situación.
También existe una cuestión relacionada con nuestra perspectiva. Cuando observamos a los demás, nuestra atención está centrada en sus acciones, no en el contexto. Pero cuando pensamos en nosotros mismos, tenemos una visión más clara de los factores que nos influyen, por lo que solemos atribuir nuestras propias acciones a las circunstancias externas más que a nuestro carácter.
Problemas derivados de aplicar el sesgo de correspondencia de manera inconsciente
Cuando aplicamos el sesgo de correspondencia de forma inconsciente, incluso cuando podríamos reflexionar y analizar mejor la situación, pueden surgir una serie de problemas significativos que afectan nuestras relaciones personales, profesionales y nuestra visión del mundo. Estos son algunos de los inconvenientes más comunes:
Conflictos interpersonales: Al juzgar a los demás basándonos en su comportamiento sin considerar el contexto, podemos malinterpretar sus intenciones y generar conflictos innecesarios. Este tipo de juicios erróneos puede afectar negativamente nuestras relaciones, tanto en el ámbito personal como laboral, provocando tensiones y resentimientos que se podrían evitar si consideráramos las circunstancias externas.
Reducción de la empatía: Al atribuir las acciones de los demás exclusivamente a su personalidad, perdemos la capacidad de empatizar con ellos. Esto nos hace menos comprensivos y menos dispuestos a ofrecer apoyo o ayuda, ya que tendemos a culpar a la persona por lo que hace, en lugar de entender los desafíos o problemas que pueda estar enfrentando.
Toma de decisiones sesgada: En el ámbito profesional, este sesgo puede influir negativamente en la toma de decisiones. Por ejemplo, un jefe que ve a un empleado cometer un error podría concluir que esa persona es incompetente, sin tener en cuenta posibles factores externos que hayan contribuido a dicho error, como la falta de recursos o dificultades personales. Esto puede llevar a decisiones injustas, como despidos o sanciones inapropiadas.
Fomento de estereotipos y prejuicios: Al generalizar comportamientos individuales y atribuirlos a características personales, contribuimos a la formación de estereotipos y prejuicios. Este proceso puede fortalecer ideas preconcebidas e injustas sobre ciertos grupos de personas, lo cual perjudica la convivencia y la equidad social.
Reducción del bienestar y la salud mental: El abuso inconsciente de este sesgo puede afectar nuestro bienestar mental. Cuando juzgamos constantemente a los demás sin considerar sus circunstancias, podemos desarrollar una visión negativa y crítica hacia nuestro entorno, lo cual aumenta nuestros niveles de estrés y ansiedad. Además, estos juicios negativos nos predisponen a vivir en un estado constante de crítica, que puede impactar nuestro estado de ánimo y llevar a sentimientos de aislamiento o insatisfacción.
Ser conscientes de cómo el sesgo de correspondencia afecta nuestros juicios es esencial para mejorar nuestras relaciones y tomar decisiones más justas. Tomarse un momento para reflexionar y considerar factores externos puede ayudarnos a evitar estos problemas y a crear un entorno más comprensivo y equitativo. Además, este ejercicio contribuye a mejorar nuestra propia salud mental.
Cómo combatir el sesgo de correspondencia
Entender cómo funciona este sesgo es el primer paso para poder reducir su impacto en nuestras vidas. Aquí algunos consejos para combatirlo:
Cuestiona tus juicios iniciales: Cuando sientas la tentación de juzgar a alguien por su comportamiento, intenta hacer una pausa y preguntarte: ¿Podría haber una razón externa para este comportamiento?
Busca más información: En lugar de asumir lo peor, trata de recopilar más información sobre la situación. Tal vez hay factores que no están a simple vista que podrían cambiar tu percepción.
Ponerte en el lugar del otro: Practicar la empatía es esencial para entender que las circunstancias de los demás son diferentes a las nuestras. Intenta imaginar qué podría estar viviendo la otra persona y cómo eso podría afectar su comportamiento.
- Practicar la meditación (o mindfulness): Estas prácticas ayudan a mejorar la consciencia de nuestros pensamientos automáticos, ayudando a evitar errores de atribución.
Reflexión final
El sesgo de correspondencia es un ejemplo claro de cómo nuestra mente puede engañarnos al interpretar la conducta ajena. A menudo, lo que vemos en los demás no es el reflejo de quiénes son, sino de las situaciones a las que se enfrentan. Recordar que todos enfrentamos retos y circunstancias propias puede ayudarnos a ser más comprensivos y menos rápidos en juzgar a los demás.
Te invito a que en el próximo encuentro con alguien, ya sea en el trabajo o en la calle, intentes aplicar estos consejos y observes cómo cambia tu percepción sobre su comportamiento. Quizás descubras que la realidad es más compleja de lo que aparenta a primera vista.
Si crees que este texto puede ayudar a otras personas a mejorar y cuidar su salud mental, te invito a difundirlo, comentarlo y compartirlo en tus redes sociales. Juntos podemos contribuir a crear un entorno más consciente y empático.