La atención es un proceso psicológico fundamental que nos permite enfocarnos en una cosa a la vez, filtrando la información irrelevante y seleccionando la información relevante. Interviene constantemente en nuestra vida cotidiana, en nuestro trabajo y en nuestra salud mental. En resumen, la atención es un elemento fundamental para lograr tomar el control de nuestras vidas y dirigirlas hacia dónde cada persona quiera dirigirse.
En este artículo, os vamos a hablar sobre todo esto: qué es la atención, cómo funciona, por qué es tan importante y cómo podemos mejorarla.
¿Qué es la atención?
La investigación psicológica sobre la atención se remonta a los primeros años de la psicología científica. En 1890, William James escribió un libro titulado «Los principios de la psicología«, en el que introdujo el concepto de atención como «la conciencia que se centra en un punto».
Debido a su importancia, la atención ha sido objeto de estudio durante más de un siglo en la Psicología. De hecho, es considerada como uno de los 8 procesos psicológicos básicos. Desde los primeros experimentos de introspección hasta las modernas técnicas de neuroimagen, los científicos han intentado descifrar los misterios de esta función tan esencial. A través del tiempo, se han extraído conclusiones clave que moldean nuestra comprensión actual.
Uno de los conceptos más extendidos es el proceso de atención abajo-arriba (bottom-up en inglés), que se produce cuando la atención se dirige por estímulos externos. Por ejemplo, si vemos un objeto llamativo, nuestra atención se centrará en él. Otro proceso complementario es el conocido como arriba-abajo (up-bottom), que se produce cuando la atención se dirige por factores internos, como nuestros intereses y objetivos. Por ejemplo, si estamos interesados en aprender algo nuevo, nuestra atención se centrará en la información relevante y eliminará las distracciones (o al menos lo intentará).
Un ejemplo familiar para comprenderlo
Para entender mejor estos aspectos del funcionamiento de la atención, y comprender lo complejo e importante de este proceso, pensemos en una situación muy conocida por la mayoría: las horas de estudio.
Pensemos en las veces que hemos tenido que preparar un examen en nuestra casa. En este caso tomamos una decisión propia conscientemente y motivada por factores racionales. Es decir, decidimos que queremos estudiar. El examen se acerca y voluntariamente obligamos a nuestra atención a centrarse en la materia que entra en el examen y unos estímulos tan poco llamativos (normalmente) como unas páginas manuscritas, con esquemas y apuntes. Esta es la atención arriba-abajo.
Sin embargo, muy pronto empezamos a notar que hay estímulos que nos distraen y llevan nuestra atención a otras tareas. Puede ser cualquier cosa: alguien está poniendo la televisión demasiado alta, te interrumpen con preguntas, te llegan 5 notificaciones por minuto a tu móvil… Esta es la atención abajo-arriba. Todos esos estímulos externos “secuestran” tu atención de forma automática por un momento, a veces minutos y van robando recursos de atención hacia aquello que habías decidido.
Pronto empezamos a entender que el objetivo de aprobar va a ser complicado en aquel entorno, ya que la atención abajo-arriba no hace más que “sabotearnos” y nos pone difícil alcanzar nuestro objetivo.
¿Es mala la atención abajo-arriba?
Hay que señalar que la atención abajo-arriba es muy útil evolutivamente, es un proceso natural y muy poderoso de nuestra mente. Nos ayuda a estar alerta y avisarnos de sucesos imprevistos potencialmente peligrosos o de interés. Por otro lado, la atención voluntaria, la de arriba-abajo, es la que nos permite llevar a cabo nuestras decisiones, planificar y dirigir nuestras vidas.
Así que no hay atención buena ni mala, cada una tiene una función.
El problema surge cuando no somos conscientes de estos procesos y dejamos que nuestra vida sea gobernada constantemente por factores externos que nada tienen que ver con lo que queremos para nuestra propia vida. Y más grave aún, cuando estos factores no son naturales ni aleatorios, sino todo lo contrario. Actualmente existen esfuerzos muy dirigidos y calculados para aprovechar el poder natural de la atención abajo-arriba (inconsciente, automática y externa) y secuestrar nuestra atención de arriba-abajo (la que elige nuestra voluntad).
El secuestro de la atención (y de nuestras voluntades)
En la era del bombardeo informativo, la capacidad de dirigir nuestra atención de manera efectiva se ha convertido en una habilidad crucial. Cada día, múltiples estímulos pelean por capturarla: notificaciones, spam, llamadas, noticias falsas… Para lograr seguir siendo dueños de nuestras decisiones y evitar que «secuestren» nuestras mentes y por tanto nuestra vida, es imprescindible comprender cómo funciona la atención y cómo se manipula.
Vivimos en tiempos en los que la economía de la atención está en auge. Empresas de todos los tamaños invierten miles de millones de euros para garantizar que sus mensajes lleguen directamente a nuestras mentes. La Inteligencia Artificial y los superordenadores detrás de las redes sociales utilizan algoritmos optimizados para conocer y reconocer nuestros patrones de gustos, comportamientos y “debilidades” por los tipos de contenidos, con un único objetivo: mantener nuestra atención secuestrada durante horas delante de pantallas.
Nada de esto es algo inofensivo. No se trata ya de consumismo desaforado, sino que podemos perdernos en las redes sociales, consumir y creer bulos, dejar de hacer ejercicio o no dedicar tiempo a nuestros seres queridos, con las tremendas consecuencias que todas estas carencias traen consigo. El algoritmo no está afinado para “preocuparse” por nuestra salud mental, ni nuestro bienestar o equilibrio emocional. Sus métricas tienen que ver con tiempo medio de conexión, fidelización, número de interacciones, etc… porque muchas de estas empresas facturan más cuanto más tiempo estemos delante de sus sistemas. Independientemente de los perjuicios que esto suponga a la sociedad y a cada persona que usa sus “servicios”.
¿Cómo recuperar la atención consciente y el control de nuestras vidas?
Todo lo anterior no significa que estemos indefensos. Es posible luchar contra esta dinámica y recuperar nuestra atención y por tanto, nuestras acciones y objetivos. ¿Cómo se hace eso? No es tan difícil como puede parecer. Volvamos al ejemplo conocido del estudio.
Supongamos que estamos estudiando para un examen de 5 temas y tenemos 2 semanas para prepararlo. Después de 2 días estudiando en casa, con tantos distractores, no hemos avanzado casi nada. Nos damos cuenta de que a ese ritmo no conseguiremos alcanzar el objetivo y tomamos medidas: Cambiamos el lugar de estudio y vamos a una biblioteca. Al llegar ponemos el móvil en modo avión y ponemos un cronómetro para hacer descansos de 5 minutos cada hora. Durante el descanso, estiramos las piernas, tomamos un café y nos relajamos un poco. Al finalizar el primer día de estudio en la biblioteca vemos que hemos avanzando el doble que los días anteriores… Al siguiente vemos que el ritmo mejora cada día que pasa y empezamos a ver más cerca el objetivo, lo cual aumenta nuestra motivación y a su vez nuestro rendimiento.
El primer paso es «darnos cuenta»
No os estamos contando nada que no sepamos, pero algo tan evidente en este caso lo estamos perdiendo de vista en nuestras vidas cotidianas. Como decíamos antes, el primer paso es “darnos cuenta”. Esa toma de conciencia, esa capacidad para comprender que hay ciertos distractores que están aprovechando mecanismos naturales como la atención abajo-arriba para secuestrar nuestra atención. Darse cuenta de todas las consecuencias que conlleva, algunas muy serias. Debemos plantearnos qué cosas dejamos de hacer en ese tiempo. ¿Estoy dejando de hablar de mi día con mi pareja? ¿Con mis hijos? ¿Estoy perdiendo una oportunidad de tener interacciones con otras personas que se puedan preocupar de verdad por mi bienestar? ¿Estoy dejando de preocuparme por el bienestar de mis seres queridos? ¿Invierto tiempo en mi mismo en algo que quiero conseguir o simplemente me dejo llevar?
Al igual que el estudiante del ejemplo mide sus avances y va tomando decisiones en base a estas decisiones, deberíamos de tomarnos más en serio el tiempo que perdemos en las redes sociales y otros estímulos parecidos. Deberíamos medir lo que nos está costando a nivel de oportunidades perdidas de hacer otras cosas. A partir de ahí, habría que empezar a tomar decisiones y probar a llevarlas a la práctica. Estoy seguro de que te sorprenderás de la cantidad de tiempo que inviertes en acciones que no eliges y que seguro que podrían ser más productivas para ti si tomas el control.
Puedes empezar, por ejemplo, por eliminar las apps de las redes sociales de tu móvil, o como mínimo, eliminar todas las notificaciones y elegir tú mismo/a cuando acceder y durante cuánto tiempo. De forma clara y consciente. Ahí os dejo ese desafío.
Mindfulness y la atención plena
Antes de concluir, no puedo dejar de mencionar una práctica que está ganando terreno en la Psicología y la vida cotidiana: el mindfulness, o “atención plena”. Basada en tradiciones milenarias, esta técnica cada vez más respaldada por la ciencia, nos enseña a ser conscientes, a entrenar esa capacidad de “darnos cuenta”, de controlar a dónde dirigimos nuestra atención y cómo experimentamos el presente. Pero ese es un tema con mucha miga y que merece su propia entrada (o entradas) en este blog.
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Si además quieres profundizar en la atención, conocer recursos prácticos para entrenarla y ponerlos en práctica para recuperar el control de nuestras vidas, suscríbete [aquí] y te avisaremos cuando publiquemos nuestro curso “Entrena tu atención y mejora tu vida”. Es una formación grupal propia en la que os ayudamos a descubrir la atención, entrenarla en el día a día y además a compartir vuestras experiencias con otras personas con la misma inquietud.